No cabe duda que vivir en un pueblo o en una ciudad, ambas opciones, aportan múltiples beneficios y están asociadas con estilos de vida diferentes.
Vivir en un pueblo permite una vida más tranquila y acogedora: no te despertarán los ruidos de las grandes ciudades y podrás olvidarte de los atascos y del ritmo de vida acelerado. Vivirás rodeada de un entorno natural: valles, lagos, ríos, montañas, playa… disfrutar de caminatas entre árboles y diversas actividades al aire libre que te permitirá respirar un aire mucho más puro que contribuirán a reducir el estrés y calmar la ansiedad. De esta forma, se puede disfrutar más del «aquí y ahora» viviendo más relajado y contribuyendo a adoptar un estilo de vida más saludable.
Vivir en un pueblo, incrementa la probabilidad de conocer más a tus vecinos. Permite relaciones más cercanas con el resto de los miembros de la comunidad. No solo podrás saludar a los vecinos, también conversar con ellos e incluso entablar relaciones de amistad. Esto te dará más confianza y tranquilidad si tus hijos salen a jugar por el pueblo porque sabrás que se cuidarán entre todos.
Las principales ventajas de vivir en una ciudad están relacionadas con el acceso a más servicios, tanto de transporte como de centros de salud, culturales y deportivos. Se dispone de más oportunidades educativas y laborales. Se puede tener una vida social más activa. Podrás disfrutar de cualquier plan social, desde ir al teatro o al cine hasta la discoteca de última moda. Gastronómicamente, también encontrarás opciones para todos los gustos y podrás vivenciar experiencias únicas que quizá no encontrarás en un pueblo.
Entonces, qué podemos hacer para reducir las desventajas de vivir en ciudad (contaminación, inseguridad e intranquilidad, la soledad, el trato impersonal con los vecinos, el ritmo acelerado, los atascos o los problemas de aparcamiento… son algunos de los factores que configuran un estilo de vida poco saludable, incrementando el estrés y aumentando los problemas de ansiedad):
- Podemos acceder a los parques que haya cerca, utilizando la bici como transporte o sencillamente realizar buenas caminatas entre los árboles que nos van a procurar más oxígeno, ayuda a calmar la activación, subir el ánimo amén de que tu cerebro te lo agradecerá. Aumentando momentos de disfrute del «aquí y ahora»
- Acostumbrarnos a comprar en comercios locales, en las pequeñas tiendas que queden por el barrio, mercados o plazas de abasto y si te pillan cerca de casa, acude con un carrito de la compra. Te permitirá hablar con los vendedores adquiriendo productos de temporada, desprovistos de cámaras, envoltorios, plásticos contribuyendo a una mayor sostenibilidad del medioambiente.
- Compartir con los vecinos. Presentarse, entablar conversaciones, conocerse mejor. Saber de los gustos y actividades. Quizá podáis compartir actividades de ocio, incluso compartir transporte o turnarse para llevar a los niños al colegio, o para ir al trabajo si coincidís en ruta. Esto aumentaría la seguridad, tranquilidad, reduciría la sensación de soledad e incluso ayudaría a estrechar relaciones sociales sanas.
- Averiguar, si vive algún dependiente en tu edificio o alguien que necesite ayuda. Hablarlo con los vecinos, aprovechar las juntas de la comunidad y proponer tejer una red cercana de ayuda mutua entre vecinos.
- Se puede dar un paso más, y proponer mejoras para el barrio mediante una asociación de vecinos donde además de las mejoras se puede establecer comidas o celebraciones varias. Y aunque no se llegue a entablar amistades, solo el hecho de incrementar las relaciones sociales ya ayuda al bienestar psicológico y social.
Y tantas otras cosas que podemos hacer para procurarnos un estilo de vida más saludable y acogedor aunque se viva en la ciudad. Solo se necesita querer, plantearlo como un reto y ¡a por ello! Qué, ¿te animas?