Las relaciones de pareja tienen un carácter privado, íntimo, cercano, sensual y sexual con sentimientos muy diferentes a los que tenemos con las relaciones de amistad.
En su libro Mitos maritales, Arnold A. Lazarus define algunas de las creencias más generalizadas sobre la pareja; afirmaciones que contienen una parte de verdad, pero que, llevadas al extremo, pueden desequilibrar la relación. Una de ellas es que quienes forman una pareja deberían ser también los mejores amigos.
Este experto sostiene que la estructura de una relación de pareja se superpone a la amistad, pero no es su sinónimo. La pareja comparte íntimamente, mientras que los amigos comparten la intimidad. Los amigos satisfacen juntos, como individuos independientes, sus necesidades e intereses. Una pareja, generalmente, comparte los eventos diarios y gestiona sus necesidades e intereses normalmente dentro del ámbito de la familia.
La valiosa conexión que existe entre los amigos es, sin lugar a dudas, uno de los pilares de la salud emocional y física. La libertad de expresión de sentimientos y emociones; el deseo mutuo de cooperación y no de competencia; la facilidad con que se sabe lo que nuestro amigo o amiga piensa y siente, y lo que cada uno siente y piensa sobre el otro; la disponibilidad para escuchar y apoyar cuando surgen las dudas y los conflictos; la valoración de cualidades y logros; la aceptación de las debilidades y errores y un largo etcétera. Pero, ¿no describe todo esto también al compañero de vida, cuyo vínculo se basa en el amor, la comprensión, la lealtad, la tolerancia y otro largo etcétera? Es estupendo cuando así es, pero no siempre es fácil mantener este tipo de relación en el espacio de la pareja, pues la cercanía física continua y las cargas y responsabilidades compartidas interfieren y pueden erosionar la relación; es preciso reservar un espacio emocional propio. Con frecuencia el día a día y la dinámica de la vida familiar no responden a las expectativas depositadas en la relación y el problema de convertir a la pareja en el mejor amigo –que por definición es el confidente más íntimo, lo que supone un alto grado de sinceridad, disposición, participación exclusiva, la ausencia de tabúes emocionales o temas prohibidos– es que se convierta en el depositario de todas las necesidades de la relación.
Es vital la amistad en la pareja, pero no es menos importante contar con amigos con quienes disfrutar de todo lo positivo que nos ofrece la vida y con quienes comentar, de forma distendida o confidencial, inquietudes, proyectos, dudas, batallitas cotidianas, problemas y preocupaciones. Es una forma de dar un respiro a la relación. Y no significa ocultar o engañar, es contar con perspectivas externas, tan útiles y necesarias en muchas de las circunstancias en las que se ven inmersas las parejas. Es una de las funciones de los amigos.
La relación de pareja es, ante todo, compartir, formar parte de la vida del otro y hacerle partícipe de la propia. ¿Por qué es a veces tan complicada? La vida compartida pasa por experiencias difíciles, e incluso dolorosas, que dan lugar a todo tipo de desavenencias y, en muchos casos, los miembros de la pareja se olvidan de ser amigos.
Cada pareja es diferente y tiene sus propias expectativas. El nivel de su sentido de la amistad dentro de la relación varía siguiendo las diferencias individuales. Algunos, opinan al respecto, “también somos amigos”, “somos amigos”, “buenos amigos”, “grandes amigos”, “los mejores amigos”… Por supuesto hay quienes dicen que son dos vínculos diferentes aunque se coincida en muchos aspectos en uno y en otro. Y otros también afirman que son relaciones distintas, como lo son las de padres e hijos, que no somos amigos de nuestros cónyuges o de nuestros hijos. Que podemos tener una relación estupenda, pero que somos, ante todo, pareja, padres o hijos.
Desde luego, la pareja es una relación exclusiva, diferente de todas las demás. Pero cuánto mayor sea el grado de amistad que tenemos con él o ella, mejor será la relación. Será importante trabajar para conseguirlo, algunos tendrán que trabajar más que otros. También será clave para mantener una conexión emocional saludable, pues es fácil amarse cuando todo sale bien, pero no lo es tanto cuando las duras pruebas de la vida se presentan sin avisar.
Con frecuencia requiere salir de la zona segura y no hay que darla por supuesta. Se demuestra con sinceridad, generosidad y lealtad. Es sin duda uno de los componentes esenciales del vínculo y en muchos casos, el más duradero. Será importante para iniciar una vida conjunta, con la consiguiente adaptación a los cambios que supone el inicio de una trayectoria en común. Básica para recorrer el camino que implica la formación de un proyecto común y a la vez el crecimiento personal.