NADA PERMANECE
Nos aferramos a las cosas y a las ideas sobre ellas, nos aferramos a la sensación de bienestar y huimos de sentir el desagrado, nos fundimos con los contenidos de la mente, nos resistimos a aceptar que todo pasa…que estamos aquí, habitando este momento del planeta, como destellos de la luz sobre las aguas.
Tomar consciencia de lo frágil que es la vida, de lo fácil que es que en un
momento todo cambie y se transforme en otra cosa… o desaparezca sin
aviso…nos conecta con el verdadero valor de la existencia.
Hay lecciones importantes en la vida, de esas que siempre caen en el examen…y
esta da sentido a tantos temas, que aparece en casi todo el sufrimiento de una
vida.
Aceptar que todo pasa…
La alegría y la tristeza, el abandono y el abrazo, el entusiasmo y el hastío,
el enfado y el asombro, la enfermedad y la belleza…
No podemos evitar que todo cambie, que el otro no responda a aquello que
esperamos, que nuestros seres más queridos nos traicionen, nos aparten… o se
mueran.
Aceptar todo esto es abrazar la vida misma, en un abrazo que todo lo abarca…
sin resistencia y sin apego…creando espacios sin límites dentro de nuestro
propio corazón.
Esta consciencia espaciosa, a la que accedemos respirando… nos permite contemplar la impermanencia de este mundo que está ahí fuera y en cualquier estado en nuestra propia mente. Aceptar la impermanencia abre la puerta a una sensación profunda de alegría por poder contemplar con asombro cada instante, cada experiencia que nos trae y que se lleva este momento, abrazando y soltando… conjugando los verbos que nos sanan:
abrazar y soltar …
inhalar y exalar…
aceptar y dejar ir…
recibir y entregar…
llegar y partir…
nacer y morir…