Siéntete agradecido a Todos
Siéntete agradecido a Todos. La enseñanza que destila esta máxima nos habla de hacer la paz con todos los aspectos de nosotros mismos que rechazamos. Y es como consecuencia de ello que acabamos también firmando la paz con las personas y situaciones que nos disgustan.
Curiosamente estar cerca de estas personas suele catalizar el proceso de hacernos amigos de nosotros mismos. Las personas que nos resultan desagradables e irritantes nos muestran sin proponérselo los aspectos inaceptables de nosotros mismos, que de otro modo no podríamos ver. Por tanto: “Siéntete agradecido a Todos”.
Aunque es evidente que para reconocer el valor de estas situaciones tenemos que desplegar nuestra conciencia y no vacilar en el proceso de iluminar más y más cada rincón de nuestra casa.
“Siéntete agradecido a Todos” no significa que si te atracan por la calle debas sonreír y decir: “¡Oh, tengo que sentirme agradecido por esto!”, significa que todas las situaciones nos enseñan que aquello que queremos evitar es lo que realmente necesitamos para dejar de estar encallados.
Es posible que haya un “Juanito” o una “Juanita”, o varios, en tu vida. Estas personas son las que no se van: tu madre, tu marido, tu esposa, tu amante, tu hijo, el compañero con el que tienes que trabajar cada día…
Por mucho que queramos que Juanito o Juanita se vayan de nuestra vida y nos den un descanso siguen quedándose en ella hasta que sepamos cómo abrir la puerta de nuestro corazón, cómo ventilar todas esas emociones que nos están haciendo daño.
No hay manera de que ninguna otra persona nos diga exactamente qué hemos de hacer porque sólo nosotros sabemos qué nos está torturando. Para algunos, expresarse con claridad y ser más firmes es abrir la puerta un poco más, para otros, abrir la puerta es ser más dulces, humildes y amables.
Quizá nos ayude reflexionar sobre cuál es nuestra reacción habitual y si ésta ayuda o no, al desenvolvimiento de cada situación, si no nos ayuda tendremos que movernos en otra dirección.
El punto principal en la máxima “Siéntete agradecido a todos” es que de entrada deseas librarte de una vez de las situaciones que te vuelven loco, no quieres darles las gracias. Quieres resolver el problema y no sentir más dolor.
Sin embargo, si conseguimos abrirnos lo suficiente podemos recordar que todos estamos librando nuestras propias batallas y quizá empecemos a mirar a Juanito o Juanita compasivamente. Ahora tu bondad intrínseca y la suya van a poder comunicarse entre sí.
Necesitamos algo a medio camino entre la represión y la exteriorización, pero es algo único y diferente cada vez.
El camino que lleva a la liberación es un proceso en el que te rindes a las situaciones que aparecen en tu vida con el objetivo de aprender a comunicar, en lugar de desear ganar.
La acción compasiva no es un asunto esporádico, es un recorrido de vida. Y cada vez que Juanito o Juanita te ponen de los nervios tienes ante ti un nuevo reto. La cosa no es tan fácil como decidir entre “tragarse la ofensa o enfrentarse a él o ella”. Esto tiene que ver con nosotros, con reconocer qué aflora en nosotros y qué estamos haciendo con ello.
Gurdieff, un maestro de la primera mitad del siglo XX conocía bien el significado de esta máxima. Una de sus principales enseñanzas era motivar a mantenerse despierto en cualquier situación.
Le gustaba apretar los tornillos a sus discípulos. De hecho se dice que te hacía realizar el trabajo que menos te gustaba; si creías que eras un buen profesor te ponía a trabajar en el huerto, si se te daba bien la cocina te enviaba a la biblioteca.
En aquella comunidad había un discípulo muy malhumorado. Era el “Juanito” de todo el mundo; nadie podía soportarlo porque era muy quisquilloso. Cualquier cosa le hacía perder el control y enrabietarse. Todo le irritaba. Se quejaba constantemente, de modo que todo el mundo sentía la necesidad de pasar de puntillas a su lado porque cualquier cosa le hacía explotar. La gente soñaba con que se fuera y un día en el que el maestro estaba ausente debido a un viaje desapareció.
Cuando Gurdieff regresó, noto rápidamente su falta y sin perder un momento fue en su busca.
Tres días después ambos regresaron. Aquella noche, el ayudante del maestro se atrevió a preguntar:
- Señor, ¿por qué lo ha traído de vuelta?
El respondió con voz queda:
- Que quede entre tú y yo, no debes decírselo a nadie : le pago por estar aquí.